Mi conocimiento no viene de mis aciertos, sino de mis errores
Era 2015 y me encontraba en la cima de la ola. Llevaba años cabalgando con éxito el mercado alcista americano y europeo que correctamente había anticipado cuando todo el mundo era muy pesimista en 2012.
Cuando me salía, el mercado caía. Cuando volvía a entrar, el mercado subía. Había conseguido el toque mágico: allí donde ponía el ojo, allí iba el mercado. Y la gente se había dado cuenta.
En marzo de ese año comencé a asesorar un vehículo de inversión de una conocida gestora de fondos española, sumándose al proyecto más de 300 clientes y más de 6 millones de euros, lo cual es una cantidad muy importante para alguien que se estrenaba como profesional en la industria de inversión siendo previamente un completo outsider.
No caminaba en la tierra sino que andaba sobre nubes, todo me estaba saliendo a pedir de boca.
Entonces el mercado cambió, dejó de subir como en los últimos años y todo empezó a salir mal. Y no hay nada peor que el trasfondo de mercado cambie y que ese cambio te pille en tu momento de mayor insensatez, es decir, cuando crees que todo te está saliendo a pedir de boca.